21 julio 2006

Belchite (3): La lección de los escombros

Al pueblo viejo de Belchite se entraba por el Arco de la Villa, una hermosa puerta barroca-mudéjar de hace tres siglos. Era un portal defensivo, con hechuras de torre, y a la vez una capilla, mezcla común en muchos pueblos aragoneses. Ahora, para evitar accidentes por desprendimientos, este paso está tapiado con un muro de bloques de hormigón de metro y medio de alto. En el muro alguien escribió con tiza esta queja: “Con los bloques se construyen granjas, no se tapian monumentos. Un respeto al arte y a nuestro patrimonio”. En el interior del arco se levantan unos andamios. En el viejo Belchite hay unos cuantos apuntalamientos para que no se derrumben los edificios más valiosos -las casas siguen cayendo poco a poco- pero no existe ningún plan de conservación de las ruinas. Cualquier obra resulta carísima. Y da la impresión de que nadie sabe muy bien qué hacer con los restos de Belchite.

Un detalle muy llamativo: en ningún sitio -ni en el Belchite viejo ni en el nuevo- encontramos información sobre la batalla que arrasó el pueblo y costó la vida a seis mil personas. El folleto institucional que describe el pueblo viejo (17 párrafos) sólo hace esta mención: “Las guerras han mutilado formas y han creado un paisaje expresionista”. En un panel colocado en el pueblo nuevo, con abundante texto sobre Belchite, su historia y su entorno, sólo se encuentran estas dos frases: “La Batalla de Belchite durante la Guerra Civil, que hizo desaparecer el poblado viejo, marcó un antes y un después en el municipio”. “Una visita a Belchite no sería completa sin un paseo por el pueblo viejo, que rezuma aires de pasado por cualquiera de sus calles y por los restos de sus edificios”. El desastre se describe como un fenómeno atmosférico: llegó la guerra y el pueblo desapareció.

Preguntamos en una librería del pueblo si tenían algún libro que hablara de Belchite, alguna guía, algo que explicara la batalla. Nada. También preguntamos en el ayuntamiento: sólo los folletos que ya teníamos, en los que apenas se dice nada sobre la cuestión. Según nos contó un funcionario, alguna vez se publicó un libro pero se agotó y no se reeditó.

Parece, pues, que en Belchite la herida no ha cicatrizado. No se puede tocar porque aún duele. Quizá porque este pueblo dejó de ser sólo un escenario de la tragedia, como tantos otros en España, y tuvo que cargar con el peso asfixiante de ser un símbolo. Franco decidió preservar las ruinas para mostrar que, junto al pueblo arrasado por la barbarie roja, su régimen levantaba un pueblo nuevo. Lo construyeron mil presos políticos, que vivían recluidos en un campo de concentración, hambrientos, enfermos, helados en invierno y abrasados en verano. Muchas familias de aquellos esclavos llegaron a Belchite y se instalaron durante años en unos pabellones insalubres que los vecinos bautizaron como “Rusia”. A los presos también les hicieron levantar una cruz laureada de hierro, de cinco o seis metros de alto, en memoria de los caídos, que aún se alza entre los escombros del pueblo viejo. La cruz está formada por remaches, y dicen que cada uno de los presos tuvo que colocar uno.




Al pie de esta cruz se organizan en fechas señaladas reuniones de ultraderechistas, de franquistas nostálgicos. En los muros de los alrededores hay pintadas de anarquistas. Incluso de independentistas aragoneses. Se cruzan insultos y amenazas. Todos quieren apropiarse de Belchite, todos quieren imponer su versión de estos escombros. Gritan proclamas en un lugar en el que todos deberíamos guardar silencio: bajo estos cascotes hay decenas de miles de huesos humanos. Los vecinos excavaron refugios en el subsuelo de estas calles, conectaron las bodegas de unas casas con las de otras, para poder escapar de los derrumbes. Durante los bombardeos, se metían en los refugios. Cientos de ellos quedaron sepultados para siempre. Y en el trujal, muy cercano a la cruz laureada, enterraron a 700 muertos.

Los paneles y los folletos no explican lo que pasó. Los vecinos, al menos algunos, sí tienen ganas de hablar. Casi siempre hay alguien paseando entre las ruinas. Cuando los viejos de Belchite pasean entre los escombros, los muertos se les pasean por la memoria. Y hablan de esos muertos. Y de los bombazos. Y de los fusilamientos. Pero no quieren decir nada “de política”, no quieren ni oír hablar de bandos.

Son estos viejos quienes mejor comprenden la lección de los escombros. Llevan casi setenta años viéndolos. Setenta años reviviendo la batalla de los seis mil muertos -seis mil muertos- cada vez que miran hacia el este.

(Un apunte: en los escenarios de las masacres más recientes, como las Torres Gemelas o la estación de Atocha, se borraron todas las huellas del horror, se retiraron los carteles, las flores y las velas porque el recuerdo constante de la tragedia resultaba insoportable. En Australia demolieron un bar en el que un asesino en serie había matado a tiros a un montón de gente. Levantamos monumentos abstractos o parques para no olvidar a los muertos, pero no aguantamos los detalles demasiado concretos y evocadores. De ninguna manera aceptaríamos vivir toda la vida junto a las ruinas de un pueblo machacado. Supongo que ya no tenemos esa capacidad de nuestros abuelos de convivir con la tragedia, de asimilarla. Quizá es que a ellos no les quedaba otro remedio. Tampoco será malo no padecer tragedias a las que tener que acostumbrarse).

Esos viejos saben cuál es la lección más importante de estas ruinas.

-Cómo nos matábamos los españoles, Dios mío, con qué saña nos matábamos. Nunca hemos aprendido. Que si las guerras carlistas, que si las sublevaciones del 32, del 34, del 36. Ayer el Parlamento Europeo condenó a Franco, qué tontería. Qué cojones condenar a Franco, si se murió hace treinta años. Que era un canalla, pues claro, a ver si Julio César era un santo, o Napoleón un sabio de Grecia. Ya no es eso. Eso de los rojos y los nacionales ya se tenía que haber acabado. No hay que seguir con eso. Hay que enseñar la historia, por supuesto, y decir todo lo que pasó, bien claro: éstos fusilaron aquí a mil, y éstos aquí a mil doscientos. Que se sepa, que se cuente todo. Pero eso se tiene que decir para que vosotros los jóvenes sepáis qué tragedia fue aquello, no para decir que unos estaban bien fusilados y los otros no. La guerra es el mayor desastre, es que no os lo podéis imaginar: mirad, el general Villalba estaba en el ejército republicano y sus dos hijos en el bando nacional. Eso es la guerra: dos hijos luchando contra su padre. Eso es lo que no puede ser. A mí me tocó pegar tiros con 16 años. Eso no puede ser. No empecéis de nuevo con los rojos y los nacionales. S tenía que haber acabado hace mucho. Lo que tenéis que hacer es saber lo que pasó pero construir algo nuevo, acabar con todo eso de los rojos y los nacionales.

Esto nos contó Pepe, un abulense de 86 años, que fue a Belchite con su mujer y su hijo para visitar las ruinas de la iglesia de San Martín (las fotos de ayer). Allí murió su amigo íntimo Cayetano, portero del Deportivo Abulense y alférez de los nacionales durante el sitio de Belchite. Acompañamos a Pepe en su paseo lento y repleto de silencios. Cuando hablaba de los meses que pasó en la batalla del Ebro la mirada se le quedaba perdida y acuosa, y en el rostro le asomaba aquel chaval de 16 o 17 años atrapado en una guerra.

(Chubí continued)

14 comentarios:

José María Romera dijo...

Chapeau

mi-tacua-uy dijo...

¡Qué grande Pepe! Haber pasado lo que pasó y no llenarse el alma de rencor es una lección magistral y un grito de esperanza; sí se puede perdonar. Fuera los bandos, la política mal entendida no hace más que separar a las personas.

Anónimo dijo...

Es muy triste que las nuevas generaciones no conozcamos lo que pasó durante la guerra civil y que, sin entender los que pasó, se siga politizando sobre el tema. Mi abuelo luchó en el bando nacional, sin ser partidario del régimen. Como muchos campesinos, que no entendían de política, le tocó vivir en una zona tomada por Franco. 60 años después todavía se le llenaban los ojos de lágrimas recordandolo.
Muy buenos tus últimos tres articulos, es una pena que no te hayas pasado por la comarca de Sayago.

Anónimo dijo...

Te suscribo, Ander. De "B" a "E".
Todo este rollo de la "memoria histórica" cada vez me da más miedo. Eso de querer ganar la guerra ahora. De resucitar los bandos y de inculcar responsabilidades y complicidades en los partidos actuales... ¡Joer, será que no hay aspectos más urgentes (¡y actuales!) en los que preocuparse!

Es curioso: al igual que Pepe, el octogenario de tu crónica, es a los mayores, a quienes vivieron la guerra y miraron a los ojos del horror, a quienes les parece más inconcebible esta "revisitación".

Mi abuelo tuvo que exiliarse a Marsella a los 14 años para que no lo mataran los de la CNT o la FAI; dejó a su madre y a sus tres hermanas en Murcia, para poder reunirse con su padre, exportador de fruta (¡el sucio capital!). Sabe de qué va eso de una guerra civil. De muertes cercanas. Y nos avisa: "Seguid, seguid así, que ya os estallará el juguete".

Anónimo dijo...

Me parece genial que no hagamos como los americanos, que Belchite siga ahí en ruinas, real y fantasmagórico, y que a todos, aunque no estuvésemos allí, nos dé un poco de vergüenza (o mucha) lo que ocurrió.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Great site lots of usefull infomation here.
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Anónimo dijo...

He tenido varias oportunidades de visitar Belchite. Las he dejado pasar todas: me da miedo no saber cómo manejar el sentimiento de desolación extrema que intuyo ha de provocar el poner los pies allí.

Qué malo es que las desgracias se conviertan en iconos de algo que tiene tan poco que ver con la querencia y la aceptación...

Magnífico relato.

Saludos

Anónimo dijo...

Gran comentario. visitad este video sobre belchite:

http://es.youtube.com/watch?v=CDtXdmBhjaY

Sigue siendo espeluznante sus ruinas.

Anónimo dijo...

estuvimos ahí, y grabamos psicofonias

Anónimo dijo...

Me a gustado el relato amigo. He visitado en tres ocasiones el pueblo y cada una de ellas era distinta.

Un saludo!!

Juan Carlos dijo...

Nosotros hacemos visitas guiadas a través de nuestra Asociación Cultural, junto a la visita preparamos unos mapas, planos y todo tipo de información para poder localizar las fortificaciones de los alrededores que casi siempre pasan desapercibidas. Si alguien está interesado llevamos tanto grupos como visitas individuales. Para contactar con nosotros a través de la página del foro de la Comarca

http.//campobelchite.creatuforo.com

Un saludo

Juan Carlos dijo...

También podéis contactar para visitar los restos con el correo jcsalavera@gmail.com o el telefono 657 344371. Ahora estamos preparando una relación con todos los restos visitables de los alrededores con sus posiciones GPS para que la visita sea completa.

Juan Carlos dijo...

Me gustaría comentar un par de cosas que se han convertido en tópicos sobre Belchite sin ser del todo correctos.

Entre los escombros no quedan restos humanos, tras la batalla Belchite volvió a ser habitado durante décadas y la vida normal volvió a todas sus calles ya que el 70% aproximadamente de la población no sufrió daños.En el trujal se amontonaron unos 70-90 cádaveres no 700,las víctimas de la Batalla se calculan en unos 7000 pero hablamos de bajas, es decir muertos, heridos y desaparecidos y no solo en Belchite sino en los alrededores. Por último hacéis un comentario sobre Rusia que tampoco se corresponde con la realidad,allí vivieron familias de los presos, pero también vecinos del pueblo: unos de izquierdas (por eso el nombre de Rusia) y otros simplemente porque quedaron sin casa, mis abuelos vivieron allí y la vivienda era bastante mejor que la que tenían en el pueblo viejo, no eran barracones sino viviendas individuales.

Para evitar estos tópicos es la razón por la que se vienen haciendo visitas guiadas a través de algunas asociaciones.

Un saludo