16 junio 2006

Cataluña insólita, no te jode



El delta del Ebro es una de esas joyas mediterráneas acorraladas entre el hormigón que ahoga la costa. Y para mí será siempre una zona medio mágica, porque guardo un recuerdo infantil de los que se graban para siempre o hasta que las neuronas empiecen a patinar: en los arenales del delta del Ebro vi por primera vez unos espejismos. ¡Coches surcando el cielo boca abajo!

He visitado el delta unas cuantas veces pero su aparición siempre asombra: uno va por la línea de la costa, más o menos rectilínea, y de pronto aparece una protuberancia con forma de flecha que se adentra en el mar, una gran llanura alfombrada de verde. Son 320 kilómetros cuadrados que no superan el metro de altura (hay una duna que alcanza cinco metros, máxima altitud, así que cuando se derritan los polos un poco más, adiós delta). Además, es un paisaje relativamente reciente: dicen que hace cinco o seis siglos deforestaron los Monegros para construir barcos -ahora un desierto aragonés, antes un bosque- y que, sin árboles, la erosión fue brutal. El Ebro acarreaba millones de toneladas de materiales todos los años y así fue creciendo esta lengua verde y fértil.

En el delta hay lagunas, salares, dunas, cañaverales, carrizales, playas infinitas. Es un paraíso para las aves (yo sé distinguir flamencos, patos, golondrinas, garzas y poco más; a partir de ahí, sabría diferenciar una focha de un eucalipto si me los ponen juntos, pero sólo si me los ponen juntos). Pero tres cuartas partes del delta están cubiertas por una moqueta verde: los arrozales.

Una red de canales y acequias inunda los arrozales con agua del Ebro. Pero, ojo, no toman el agua del Ebro que pasa por el delta (porque en ese punto el río lleva un metro de agua dulce y debajo seis metros de agua salada, el mar sube hasta 30 kilómetros tierra adentro). El agua para los arrozales la sacan del Ebro pero 50 kilómetros río arriba, a la altura de los pueblos de Xerta y Vinyent, de donde salen un gran canal de agua dulce por la margen derecha del Ebro y otro por la izquierda. Avanzan en paralelo al río, pero sin contaminarse de agua salada, y llegan a los arrozales.

Encontré a dos hombres metidos en un arrozal hasta las pantorrillas, con plantas en la mano y agachándose a cada paso. Les pregunté qué hacían. "Replantar el arroz en zonas donde no ha prendido bien. Ya ves que aquí hay más charco que verde: eso quiere decir que la planta no ha agarrado bien. La cosecha es larga, da tiempo a replantar. Pero, la verdad, lo hacemos para que quede bonito. Porque da pena ver toda esta zona encharcada, sólo con agua. Todo esto lo hacemos a mano, artesanal, casi igual que hace siglos. Por eso en Barcelona dicen que somos la Cataluña insólita. Cataluña insólita, no te jode. Parece que dicen esas tonterías para que nos conformemos, pero en vez de decir tonterías deberían mandar dinero para arreglar las playas, que ya verás que está todo hecho un asco [cierto: en la playa de la Marquesa y la punta del Fangar se extendía una hilera de basuras arrojadas por el mar durante varios kilómetros]".

Les pregunté por aquel experto agrónomo chino que vino hace unos meses a analizar el famoso arroz del delta y que dijo que, a pesar de su fama, tenía una calidad mediocre. El asunto les toca un poco las narices a los locales, evidentemente. "Bah, el chino dichoso. El arroz de aquí es el mejor de España, y el que más rendimiento da. En la Albufera de Valencia cultivan todos los arrozales con las mismas aguas, pero aquí el Ebro las va renovando constantemente y sale mejor grano. El chino qué sabra. Sabrá comer arroz".

Sin entrar en la polémica, una cosa es cierta: si una civilización de cinco mil años considera que "tres delicias" son jamón york, guisantes y pedacitos de tortilla, algo cojea.

(Estoy en Tarraco -ciudad que, por cierto, empezó su esplendor gracias a las concesiones legales de Vespasiano, y a pesar de eso no me hacen descuentos-. Esta noche me llega una visita sobre la marcha: Gari I. y Josema vienen en moto a Cataluña. Si todo va bien, quedaremos a medianoche cerca de Montserrat y mañana daremos un paseo por esas montañas tan raras).

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Hola Ander! "Buco" es el nombre de la mascota de nuestra clase. Es un búho que cuida de noche a todos los animales del bosque para que no les pase nada y además dice Lourdes que los búhos dan muy buena suerte. Te vamos a regalar uno para que cuide a las noches cuando viajes. Ya hemos hecho turnos para que nos des una vuelta en tu moto. Tardaremos un poco porque somos 30. Saludos de nuestra profe.

Anónimo dijo...

Y el año que viene, Nàstic-Real Sociedad

Anónimo dijo...

Bonita etapa. Sí.

mi-tacua-uy dijo...

Tarroco es en catalán? Así se le dice a Tarragona? Porque sino Google me ha fallado por primera vez. 'Qué bueno que tienes compañía! Desde hace mucho tiempo quiero ir a Montserrat, así que difrútala por mi!

Anónimo dijo...

Recuerdo bien aquellos espejísmos que vimos cuando tenías solo unos 12 años¿? y el apuro que pasamos cuando se nos atascó el coche en los arenales, ¡alguien nos dijo que había que poner las ALFOMBRILLAS del coche bajo las ruedas delanteras! y así conseguimos completar nuestro paseo por el Delta.

Anónimo dijo...

En ULLDECONA población próxima al Delta viven MANOLO y LOLI, él arrocero y ella peluquera; les conocimos en Estambul (buena gente).

En una nueva visita al Delta, ya tienes con quien charlar sobre los arrozales y en donde darte un corte de pelo a navaja.

Anónimo dijo...

¡¿¡¿12 años sólo?!?! ¿¿Y yo tenía 7 y me acuerdo perfctamente de los coches, las alfombrillas??
¡¡Si ni siquiera recuerdo qué he comido hoy!!

Ander Izagirre dijo...

Polak, yo creo que aquello fue en el año 87 o en el 88 (los años peñiscoleños, si mal no recuerdo). Y los recuerdos son selectivos: lo de los espejismo y las alfombrillas es para recordarlo. Si hoy hubieras comido langosta también te acordarías.